Sé que la entrada de hoy parecerá curiosa, pues no versa sobre política o sobre mi peculiar visión del mundo, sino sobre un hecho que me ocurrió hoy mismo en la farmacia. Un hecho que, unido a otros muchos muy similares, me ha hecho plantearme mi visión del ser humano; como suele decirse, es la gota que colmó el vaso. Es probable (por no decir directamente que es seguro) que mañana ya se me habrá pasado el cabreo y volveré a la rutina de siempre, pero ahora mismo necesitaba escribirlo para desahogarme un poco.
Relataré el hecho en sí.
A eso de las seis y media de la tarde entra un chico (la primera vez que lo veo) en la farmacia hablando por el móvil, el cual me pasa para que hable con la persona interesada, ya que él no es más que un intermediario. Al teléfono se encuentra otro chico, este sí del pueblo, a pedirme que le entregue a ese “intermediario” un medicamento “prestado” (es decir, que ya me hará la receta otro día, que ahora no puede). El medicamento en cuestión sé que ese chaval lo tomo de forma normal (si por normal se puede entender que se han cometido excesos en la comida y se sufre un ataque de gota… claro que en el caso del chico en cuestión, los excesos no son algo ajeno a él), y no es la primera vez que le adelanto la medicación (sé que es ilegal y un delito y un crimen; pero también sé que cuando una persona se encuentra en una situación como la suya, es complicado acercarse al médico para hacer una receta viuda, y prefiero ser un delincuente a negarle la medicación a quién realmente la necesita). Pero resulta que ese chico lleva debiendo medicinas (salvo un par de ellas para otros menesteres, casi todas eran esa para el ataque de gota) desde el año pasado, algo que le recuerdo por teléfono. A lo que él responde que sí, que muy bien, que se la cobre al chaval y que luego me trae las recetas. En ese momento el chico que hace de intermediario coge el móvil, lo apaga y me dice que le cobre todo lo que debe, que ya se encarga él de todo. Por lo que yo, sin mayor importancia, le hago una lista y le paso la factura. En total unos 25 euros… conociendo la situación del chico original, le cobro sólo 19 euros, “regalándole” 6, sin decir nada. Después de todo a mi esos 6 no me suponen ningún trauma, pero a él tal vez le sirvan de mucho.
A las ocho de la tarde recibo una llamada al teléfono de la farmacia. Es el “deudor” que me llama indignado, en plan amenazante y con insultos, porque ¿quién soy yo para cobrarle? ¿Acaso no había dicho que ya me traería las recetas? ¿Acaso sería capaz de dejar morir a alguien por cobrarle la una medicina?... Y esto es sólo lo “suave”, el resto mejor no lo transcribo.
Es decir… cuanto mejor se trate a las personas, cuantos más favores se les haga, cuanta más empatía se tenga y sea uno capaz de ponerse en la situación del otro para intentar ayudar. Entonces peor se portará la gente de vuelta.
Cinco meses de recetas debidas. Cinco meses con el “¡Oye Ramón, préstame esto, que luego te traigo la receta!”. Cinco meses de tocarse las narices y tomarme el pelo. Y aún así intenté ser “profesional” y “amigable”. Y entonces viene el feedback: insultos, desprecio, amenazas, malos modos.
¿Acaso la gente es subnormal? Yo no me considero un dechado de virtudes, así como tampoco soy un bicho raro (puede que mi personalidad sea peculiar, pero nada más; pues una cosa es mi vida privada, y otra muy distinta mi vida laboral, en la cual, creo, nadie podrá reprocharme nada). Pero cuando alguien me hace un favor, lo primero que hago es estar agradecido y procurar devolverlo lo antes posible. No creo que sea tan extraño. No pienso que sea un comportamiento “inhumano”. No es la primera vez (y supongo que, con esta cabeza mía no será la última) que no llevo dinero encima y algún amigo ha tenido que prestarme algo. La siguiente vez que lo veo ya tiene el dinero en la mano (así como mi eterna gratitud). No es la primera vez que tengo que pedirle un favor a alguien… pero siempre que ocurre, lo devuelvo lo antes posible. ¿Es tan raro esto? Entonces… ¿por qué la gente se empeña en no darse cuenta de lo que significa la palabra “favor”?
Un favor es algo que se produce entre dos partes. Una parte solicita una ayuda y la otra, voluntariamente, la ofrece. En cualquier otro caso ya no existe el favor. Puede ser una obligación, puede ser un contrato, puede ser un comportamiento impuesto por la sociedad, pueden ser mil cosas, pero en ningún caso es un favor. Tiene que existir la voluntariedad. Sin ella, todo cuanto se haga deja de tener sentido como favor.
Pero parece que la gente no ve esto. Asume que un favor es algo que la otra parte está obligado a cumplir. No sólo no es algo voluntario, sino que es tu deber, tu obligación. Es más, llegan incluso a creer que son ellos los que te hacen el favor al solicitar ayuda. Como si la otra parte no pudiese vivir tranquilo si no fuese por ellos.
Y claro… luego, cuando ocurre lo que tiene que ocurrir, que el que hace favores se cansa y deja de hacerlos, la gente aún le recrimina su “inhumanidad”, su “pesetismo”, su “maldad innata”, su “demonio interior”.
La naturaleza humana es así. Dale a alguien una mano, y te arrancará el brazo entero. Hazle a alguien un favor y ya pensará que es tu obligación el ayudarlo. Y luego aún se enfadan cuando no consiguen lo que quieren.
3 comentarios:
Leña al mono...
Le explicas lo que acabas de escribir aquí y acto seguido le declaras persona non grata en tu farmacia. Si te debe tantos meses no es un cliente es un deudor.
Punto y pelota...
O eso, o ... ¡tiro al subnormal!
Tranquilizate que de imbeciles esta el mundo lleno.
Creo que has pecado de bueno. Una o dos recetas vale, ¡¡¡¡5 meses es excesivo!!!! Creo que solo puedes confiar y ser buena gente con los que hacen lo mismo contigo, es decir amigos de verdad.
Saludos.
Manda narices que encima el deudor te llame para montarte el pollo. Resultado: desconfianza general, menoscabo del altruismo libre.
Excelente blog.
Saludos blogueros
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