miércoles, 26 de noviembre de 2008

Evolución de la Fe

En el principio de los tiempos de la humanidad, cuando la gente aún se resguardaba en cuevas, todo aquello que diera miedo, que fuese desconocido o que no se pudiese controlar, era susceptible de pertenecer a la “fe”.

A medida que iba avanzando la civilización, aquellas incógnitas dieron paso a certezas y por lo tanto a su desaparición “divina”, pues bien es sabido por toda la raza humana que todo aquello que deja de ser desconocido pierde la capacidad de control. Pues por capacidad de control me refiero a aquellos que por su superior inteligencia (o simple astucia) aprovecharon esos miedos e ignorancias para así dar un paso más en sus respectivas sociedades y erigirse por encima de los demás.

Nacen así los sacerdotes, chamanes, místicos o como se les quiera llamar. Simplemente son los “poseedores de la verdad”.

Esta evolución de las creencias viene condicionada tanto por los descubrimientos del ser humano como por os cambios de posición de aquellos poseedores de la verdad suprema, que se dan cuenta de que si quieren seguir en el negocio es mejor cambiar con los tiempos y modificar los antiguos dioses. De esta forma cambian las primeras divinidades (fenómenos naturales, dioses animales, etc) dando lugar a la aparición de las divinidades “humanas”. Así tenemos que cuando los humanos empezaron a sospechar que el trueno no era más que un “algo” independiente de la fe, los sacerdotes transformaron la divinidad de ese trueno en una consecuencia de una divinidad. Así bien el dios en concreto no es que fuese el trueno, sino que el trueno era la consecuencia de alguna reacción de ese dios.

Esas divinidades humanas poseían algo que a la sociedad le gustaba, como era el hecho de que eran falibles, que tenían sus propios problemas, eran seres con los que cualquiera podía identificarse y por ello había tantos... de esta forma no sólo se perpetuaban en el negocio los típicos avispados de turno, sino que se creaban nuevos nichos de mercado para todos aquellos que veían oportunidades. Pues donde hay 10 dioses bien podían haber 100... o 1000.

Pero este concepto pronto se vio que no era “rentable” para los poseedores de la verdad, pues los dioses eran demasiado humanos, no era necesario de un sacerdote para interpretar su designios, cada dios era aceptado por los fieles como un miembro más de la familia. Los sacerdotes corrían el peligro de desaparecer. Y ante ese grave peligro nace un nuevo concepto divino (que no es más que el retorno a la ignorancia pretérita).

Este nuevo dios naciente es un ser tan poderoso que ningún ser humano jamás podrá entenderlo (de ahí la ventaja de pertenecer a ese pequeño grupo de poseedores de la verdad, pues ellos sí podían entenderlo y dar a conocer sus designios). Un ser que otorgaba favores con la misma facilidad con la que podía destruir ciudades. Un ser que sólo con un pensamiento había creado todo el universo.

Este ser está tan alejado de la humanidad que no existe posibilidad de comunicación... por eso siguen siendo necesarios los “poseedores de la verdad”, aquellos que gozan de una dispensa especial y pueden comunicarse con el ser.

Pero aunque este negocio dura lo suyo, nada es eterno y la evolución humana sigue adelante (mal que les pese a esos poseedores de la verdad), aparecen nuevos conceptos, desaparecen ignorancias (precisamente el bien más preciado para ellos, pues sólo mediante la ignorancia se puede dominar a los demás) y el ser humano da un paso más hacia la erradicación de la fe.

Pero ante el sueño de algunos que propugnaban la desaparición de la fe, de la religión y de aquellos que sólo pensaban en aprovecharse de la ignorancia ajena, nace también el sueño de otros, un sueño que vendría a ser: “Eh, si ahora ya no creen en esto, habrá que darles otra cosa en que creer”.

Y así nace la política.

Pues si hacemos un análisis entre aquellos grandes oradores del pasado que contaban a sus fieles las maravillas de seguirlos a ellos y no a otros, de como su apoyo incondicional los elevaría aun reino celestial; y los oradores del presente que cuentan las grandes maravillas que surgirán si les dan el voto y los llevarán a un reino terrenal... la única diferencia real entre ambos radica en que los de antes se basaban en que como no era posible saber lo que pasaba después de muertos, podían aprovechar diciendo que después todo iría bien (total, no podía comprobarse). Los de ahora saben que la gente es más materialista, y que lo que ocurra “Más Allá” no importa tanto como lo que ocurra “Más Acá”, así que prometen el oro y el moro para el ahora... pero con la ventaja de que si ocurre es porque son fantásticos y si no ocurre es porque los “fieles” no han cumplido...

Como siempre ocurre la culpa nunca es del sacerdote sino de los fieles.

Y en esta evolución de la fe ha nacido un nuevo concepto. Así como hace años la fe en dios era lo que movía a la gente, luego la fe en la democracia, pero ambas cayeron en el hastío y la desgana, el concepto actual es el nacionalismo.

Si analizamos el concepto actual de nacionalismo vemos que:

Un “poseedor de la verdad suprema” nos vende una ida, la idea de que pertenecemos a una raza superior a las demás (en este caso por haber nacido o vivido en un lugar determinado), y que las demás razas nos están suprimiendo porque nos tienen miedo, porque nos odian o simplemente porque no saben que existimos. Así que no nos queda más remedio que levantarnos y protestar, luchar por los derechos de esta raza superior.

Sea cual ser el nacionalismo que se venda (tanto sea el nacionalismo gallego, como el vasco, como el catalán, como el español, como el yanqui, como el que quiera que sea) al final el propósito siempre es el mismo... aquel que lo vende vive bien mientras la idea de que lucha por los fieles hace que éstos cedan en sus libertades y sus bienes sin que protesten.

Siempre es lo mismo... tanto criticar a las sectas porque un “avispado” se aprovecha de la credulidad de unos cuantos, cuando en realidad lo vemos día sí día también en la calle. ¿Cuantas conversaciones no habremos tenido con un nacionalista? Da igual de que tipo, yo las he tenido con nacionalistas gallegos, vascos, catalanes y españoles... y en todos los casos el resultado es el mismo, yo soy el enemigo al que hay que matar por no pensar como ellos. Al final el fanatismo es lo único que los mueve. Una idea de que como son “la raza superior” hay que luchar (sea como sea) por ella. Al precio que sea.

Y así tenemos que los nacionalistas justifican las matanzas de ETA, los nacionalistas justifican la bomba puesta en un cajero en la Plaza de Galicia en Santiago de Compostela... porque todo aquello que se haga para el beneficio de la “raza” está bien hecho.

Y cuando alguien les dice que su forma de ver el mundo es incorrecta se le tacha de Nazi y Fascista... demostrando con ello que la mejor forma de dominar a esta plebe es con la ignorancia pues precisamente las matanzas nazis se debían a un problema de raza, que la definición más exacta (aunque no se la encontrará en ningún diccionario) de fascismo es “eliminemos a todo aquel que no piense como nosotros o que no haga lo que les decimos”...

Y lo peor de todo es que se les justifica porque claro... ellos son los “buenos”... los “perseguidos” por una sociedad malvada que los quiere mal... “El Pueblo Elegido por Dios” que camina por valles de lágrimas mientras lucha por sus libertades. Claro que cuando las luchas por las libertades no son más que la eliminación de las libertades de los demás, las cosas hay que cambiarlas... pero como ellos son los “buenos”, todo acto está justificado.

Y no... no existe solución a este problema.

Desde el principio de los tiempos la “fe” en algo (sea dios, sea el aire, sea la bondad humana, sea la raza) es lo que ha permitido que unos pocos controlen a muchos... y mientras el ser humano no se de cuenta de que lo están manipulando, nada se podrá hacer para evitarlo.

Somos una raza de ovejas... un “pastor” nos dice el camino y nosotros caminamos sin siquiera mirar para comprobar que el camino existe de verdad.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Patente de Corso

Volvemos a los orígenes y por ello hay que empezar la entrada del día con una definición de la RAE sobre esta expresión. Así tenemos que:

patente.

(Del lat. patens, -entis, part. act. de patēre, estar descubierto, manifiesto).

~ de corso.

1. f. Autorización que se tiene o se supone para realizar actos prohibidos a los demás.

2. f. Cédula o despacho con que el Gobierno de un Estado autorizaba a un sujeto para hacer el corso contra los enemigos de la nación.


Con esta definición (sobre todo la del punto uno) tenemos ya un tema sobre el que debatir. Pues hace unos días, al leer un periódico (concretamente el Faro de Vigo), una de las tiras cómicas me llamó la atención por ser una realidad tan grande que sería risible de no ser tan deprimente. En la viñeta se veía a un caco de los de toda la vida (traje a rallas, antifaz) detenido por dos policías que lo acompañan, mientras detrás de ellos otro caco (con una bolsa llena de dinero, y en la camiseta las siglas SGAE) los mira con cara de felicidad e impunidad. Ante la clara pregunta del detenido de porqué a él sí y al otro no, uno de los policías, con resignación en el rostro responde: “Patente de Corso”


Puede que esta tira cómica nos parezca divertida, pero encierra una gran verdad. ¿Porqué unos ladrones tienen unas ventajas que los ciudadanos honrados no tienen? No ya el hecho de que unos ladrones tengan ventajas sobre otros ladrones (que eso pasa todos los días ya no por la existencia de leyes que los protejan, sino simplemente porque unos pueden pagarse mejores abogados que otros), sino que frente al común mortal de la sociedad, una persona normal y corriente, cuyo único propósito en la vida es vivir el día a día y cuyas preocupaciones cotidianas no suelen ir más allá del si llegará a fin de mes o de como mejorar en su vida laboral o cosas así, gente honrada cuyo mayor crimen tal vez sea saltarse una señal de tráfico... ¿porqué el que hace las cosas en contra de todos los principios básicos de la sociedad tiene ventajas que luego los ciudadanos honrados no tienen?


El canon de la SGAE no es más que una forma velada de robo. Nos están robando de forma total y absoluta. Da igual lo que hagamos, si compramos algo que ellos entiendan como “Artefacto susceptible de destruir la cultura” tendremos que pagar un plus. ¿Qué es lo que se entiende como tal? Ahí ya podemos entrar en grandes debates. Da igual que sea un MP3 (el cual, según ellos sólo es una máquina infernal diseñada para quitarles el pan de la boca a los pobres artistas que tanto trabajan por la cultura), o un DVD (artefacto del maligno capaz de reproducir copias piratas en exclusividad) o lo que sea... dentro de poco nos cobrarán por el aire respirado, pues según ellos el mero hecho de respirar ya significa que robaremos música y películas.


Si analizamos el concepto del canon en profundidad lo único que nos encontramos es que se trata de un impuesto que grava la simple compra. Ya no pueden argüir siquiera la intencionalidad, pues la ley obliga siempre a que se pruebe ésta. Pero como ellos son “especiales” no sólo se saltan la lógica a la torera, sino que además logran que se creen leyes que les den la razón.


Nos cobran ante la posibilidad de que cometamos un delito... Ya puestos a llevar las cosas al extremo, creo que sería más apropiado que en el momento del nacimiento, a los bebés se les internara en una prisión de máxima seguridad durante unos cuantos añitos, en previsión de los crímenes que seguro que cometerán en el futuro (el de respirar el peor de todos). Después de todo como el mero hecho de vivir ya es causa más que suficiente y probatoria de que en el futuro se va a delinquir, así pues la mejor solución es condenarlos antes de que cometan el delito como mecanismo preventorio... pero eso sí, en el momento en que cometan el delito (que por eso se les ha encerrado en primer lugar), se les vuelve a castigar, pues como todo el mundo sabe, como lo primero era sólo “disuasorio”, no cuenta como castigo.


Puede que haya puesto un ejemplo extremo, pero o es más que la realidad. Nos cobran el canon en los CD y DVD vírgenes porque los usaremos para “matar la música”. Nos cobran el canon en los ordenadores porque los usaremos para “destruir la cultura”... La realidad es que nos cobran el canon en cualquier producto porque pueden. No hay más razón que esa... quieren dinero y la mejor forma de obtenerlo es creando leyes que les amparen en sus latrocinios. Después de todo si la ley se lo permite, no puede estar mal, ¿verdad?


Y lo peor no es eso... lo peor es que luego nos criminalizan a los ciudadanos (a todos nosotros sin excepción) porque atentamos contra los ideales del mundo mejor que proponen (que se basa únicamente en hacerse más y más ricos a costa del trabajo de los demás... un mundo mucho mejor por lo que se ve... a mi también me gustaría estar ahí, pero claro, jamás me dejarían entrar en la élite de los que viven bien).


Aún encima tenemos que las asociaciones para los derechos de los consumidores no actúan al nivel de la SGAE, de forma que jamás se les podrá pedir responsabilidad por sus acciones. ¿Cómo luchar contra esto? No hay solución. No hay salida.


Si yo tengo que comprar un ordenador para una farmacia, el cual ha de estar conectado a una red interna de la Seguridad Social (nada de internet), con el único programa de gestión farmacéutica (original, por supuesto) y el sistema operativo base que necesita (también original). ¿Porqué tengo que pagarles? Es imposible que ese ordenador se emplee para algo que no sea atención farmacéutica y gestión. Pero eso es lo de menos... lo único que importa es cobrar.


Otro ejemplo, un trabajador, fotógrafo de profesión, compra tarjetas de memoria para la cámara de fotos, y CD y DVD vírgenes en los que copiar las fotos y videos que él ha creado... ¿Quién es la SGAE para decirle que ha de pagar por el fruto de su trabajo? Se supone que la SGAE protege los derechos de autor, pero el autor de esas fotos ha de pagarle a la SGAE por ello... ¿Dónde está la lógica?


No existe ninguna obligación “moral” de pagarles nada (en realidad, moral y éticamente serían ellos los únicos obligados a pagar a los consumidores por todas las injusticias a que nos someten)... la única obligación es legal. La pena es que la ley va encima de la moral (así va el mundo)


Otro día hablaré de la cultura y su concepto, el cual varía en función de quién lo mencione y en que circunstancia sea mencionado.


Pero por ahora creo que ya me he desahogado bastante... aunque nunca es lo suficiente.