miércoles, 5 de octubre de 2011

Libertad de Expresión


              Ayer, en una conversación con un colega referente a este tema, surgieron las diferencias de pensamiento entre ambos. Lo que para él era algo normal, para mí era algo impropio. Tal vez al ser una conversación de facebook no me expresé con la claridad suficiente como para posicionar mi punto de vista de forma concreta, así que ahora aprovecho el blog para explayarme un poco más en este asunto.

              Sé que mi opinión al respecto va a levantar ampollas, y que posiblemente no gustará a casi nadie, pero aún así me gustaría dejar constancia de ella y de las razones de porqué pienso así. No voy a callarme para agradar a quién piense diferente, no soy tan “político”(entendiendo esta palabra como un sinónimo de cínico o hipócrita) como para ello, y prefiero que los demás renieguen de mí o de mi opinión, a ser yo mismo quién reniegue de mis principios.

              La noticia en cuestión es la del rapero este al que detuvieron por sus comentarios del estilo de: “Yo seguiré brindando cuando ETA le vuele la nuca a un pepero”, o “Yo fusilaría a Zapatero en la plaza de Las Ventas”. Y mi visión particular del tema es que si bien no estoy de acuerdo con sus afirmaciones y me parecen realmente repugnantes y carentes de cualquier tipo de decencia, no por ello creo que haya que detenerlo. Y la razón de esta afirmación está en la libertad de expresión.

              Cuando se habla de libertad de expresión la gente suele asumir que hay límites a la misma… y eso es un error. La libertad (cualquier libertad) no debe tener ningún límite, pues en ese caso deja de ser una libertad real y pasa a ser una libertad castrada y por lo tanto ya no es libertad. Y en el tema de la libertad de expresión aún más. Pues así como en la libertad individual fija el límite en la libertad individual de los demás, lo cual es lógico pues una invasión por cualquier parte a esa libertad, deja de ser la libertad de uno para ser la asusencia de libertad de la otra parte, por lo que es un límite “natural”, y no un límite “impuesto”. En la libertad de expresión nunca se invade la libertad de expresión de los demás, de forma que no se les elimina esa libertad, y aquellos que no comulguen con las ideas del primero, siempre podrán emplear esa misma libertad para posicionarse en contra.

              La libertad de expresión no debería estar limitada por nada. Pues hay que aclarar varias cosas. En primer lugar saber diferenciar entre opinión y hecho. Una opinión entra dentro de la libertad de expresión, y a nadie se le debería condenar por opinar diferente al resto (al margen de lo repulsivas o denigrantes que pudieran ser esas opiniones). Un hecho entra dentro de la libertad individual, y por lo tanto sí que sería condenable.

              Por ejemplo: Una persona dice en público que a los políticos hay que matarlos a todos. Otra persona saca una escopeta y se dedica a matar políticos. El primero expresa una “opinión”. El segundo ejecuta un “hecho”. Ahora alguien me dirá que eso se dice todos los días y no pasa nada, que a nadie se le condena por ello. Pues en lugar de esa frase empleemos esta otra: “Hay que matar a todos los judíos”, o esta “Los musulmanes son unos cabrones que estarían mejor todos muertos”, o bien esta “Los católicos son la escoria de la humanidad y habría que erradicarlos a todos”… o bien, por dejar de lado la religión, “Los negros son seres inferiores”, o “Las mujeres en la cocina y dos leches si contestan”, o “Esos nórdicos rubiales de ojos azules son todos unos nazis de mierda y habría que exterminarlos como hicieron ellos con los judíos”. Pues seguro que alguna de estas frases se ha escuchado y no ha pasado nada, entonces, ¿porqué cuándo ese rapero dice esas frases sí que pasa? ¿Qué diferencia hay?

              Enaltecimiento del terrorismo… un delito que es demasiado subjetivo como para poder ser considerado como tal. Pues primero habría que definir “terrorismo”, y si lo analizamos bien, en realidad desde el mismo momento en que una persona deposita su voto a un partido, ya habría que detenerla por ese delito… Si vota al PSOE, está “enalteciendo” al GAL, que es ni más ni menos que terrorismo. Si vota al PP, está “enalteciendo” al franquismo y la guerra de Irak, que también se pueden considerar terrorismo (según a quién se le pregunte). Si vota a Bildu, está enalteciendo a ETA. Si vota a ERC, está enalteciendo a Terra Liuvre… y así sucesivamente. Nadie se salva. Pues a según los ojos de quién mira, todo es susceptible de ser considerado “terrorismo”. Y no hablemos ya de los símbolos "populares". Un chaval con una camiseta del Che, también debería ser condenado por apología del terrorismo. Una foto de Stalin o de Lenin... una estrella roja en cualqueir bandera... una imagen de Fidel Castro... una esvástica... un crucifijo... una media luna... una estrella de david... Todos esos símbolos podrían ser considerados por alguna parte como "apología del terrorismo", pues en el caso de las fotos e imágenes de los que he mencionado... menudos criminales asesinos. En el caso de los símbolos religiosos, todos ellos, en algún momento de su historia, significaban la muerte (normalmente precedida de mutilaciones y torturas) para todo aquel que no profesase esa fe (o para cualquiera que le callera mal al religioso de turno, que tampoco es plan "discriminar")

              La única solución real es eliminar esos conceptos que en sí mismos atacan la libertad de expresión. Una persona debería poder opinar lo que le diera la gana, y aquellos que no estén de acuerdo, deberían poder rebatir sus argumentos con la misma libertad. Mientras todo se quede en el concepto “opinión”, no es potestad de nadie (a mi modo de ver) el condenar o privar de libertad a una persona. Ahora bien, cuando de la “opinión” se pasa a la “acción”, entonces sí que ya tenemos algo punible y condenable.

              En este tema en concreto, el del gilipollas este (yo, en mi libertad de expresión, opino que este tío debería sufrir en sus carnes lo que significa el terrorismo, a ver si entonces opinaba igual), lo único que se ha conseguido al detenerlo, es darle fama y poder. Antes lo conocían en su casa a la hora de comer… ahora está en boca de todos. El “hecho” de detenerlo ha logrado lo opuesto a lo que se pretendía. Si lo que se quería era “callarlo”, en realidad ahora, gracias a las maravillas de la información, todo el mundo lo conoce, todo el mundo opina al respecto, su mensaje llega a más gente… ¿Se ha logrado algún bien con esto? Creo que no. De haberlo dejado en paz, ahora mismo seguiríamos como siempre, pasando de él y de sus tonterías.

              Si le damos valor al hecho de que la libertad de expresión debería estar “limitada”, “controlada” y “acotada”, lo que estamos haciendo es dándole potestad a los políticos a que hagan con ella lo que quieran. Primero será la “apología del terrorismo”… ahora Rubalcaba quiere añadir también a los partidos políticos que fomenten el odio ideológico (en este caso, el primero debería ser el propio PSOE, pero mejor dejar este tema para otra ocasión). Luego vendrá otro que crea que también hay que eliminar las connotaciones peyorativas hacia las personalidades públicas. Luego otro opinará que también hay que impedir que… Y podría seguir así eternamente, al final se podría llegar al absurdo de tener que cuidarse mucho en el lenguaje, no sea que un tercero nos denuncie por hablar mal de nosotros mismos… Y no es tan descabellado el pensar así. Sólo recordad en cuantas ocasiones se denuncia a la gente por sus palabras, sean amenazas, sean insultos, sean simples comentarios peyorativos, o también expresiones populares que se han malinterpretado. Ahí caemos en lo “políticamente correcto”. Por ejemplo si a una persona de raza negra se le dice “negro”, te pueden denunciar por racista, xenófobo, por daños morales o lo que quieras imaginar. Si a un homosexual se le dice “maricón”, pues te denuncian por homófobo, machista, retrógrado o lo que sea (por cierto, una de las acepciones de la RAE de maricón es: “Hombre afeminado u homosexual”, la otra es “insulto”, ahora bien, la denuncia te la hacen siempre, independientemente de cuál sea la acepción empleada)… y así con todo.

              Las palabras pueden herir, y mucho, desde luego. Pero esas mismas palabras pueden ser usadas por todos. La dialéctica es el arma perfecta. Con argumentos se pueden conquistar ciudades, así como también liberarlas. Con argumentos se pueden evitar guerras, así como también empezarlas. Con argumentos se pueden unir pueblos, así como también dividirlos. Si limitamos, por poco que sea, la capacidad de expresarnos, estamos limitando también esos argumentos… pero estamos limitando más a los beneficiosos que a los perjudiciales, pues los que mandan no suelen emplear la dialéctica, simplemente “mandan” y punto. Y es la base, la ciudadanía, el pueblo, el que emplea esos argumentos para evitar que los de arriba se desmanden. Limitar, por poco que sea, esa capacidad, no evita que los de arriba sigan mandando, sino que evita que los de abajo puedan protestar.

              Habrá ocasiones en que la “libertad de expresión” de otra persona nos duela, nos incomode o nos repugne. Pero nosotros podemos emplear esa misma “libertad de expresión” para contraatacar. Si creamos leyes que limitan esa expresión, ¿con qué derecho luego podemos nosotros argumentar en contra? Hemos perdido ese derecho, y aún encima le hemos dado alas a los otros para que nos odien aún más.

              Por lo tanto, y para terminar, el colofón a esta parrafada viene a ser el siguiente: “La libertad de expresión es algo que no se debe limitar en ningún caso”, pues cuando una persona, en el uso de esta libertad, hace afirmaciones que no nos gusten y nuestra respuesta es la condena física, entonces es como si le estuviéramos dando valor a esas afirmaciones.

              Si de verdad queremos luchar contra ese tipo de gente, tenemos dos posibilidades fantásticas, la primera es el uso de esa misma libertad de expresión para decirle lo que opinamos de él y de sus ideas. La segunda es hace caso omiso, ignorarlo… y esta segunda suele ser la que más les duele.

              Detener a ese idiota sólo sirvió para darle fama y darle peso a sus palabras… precisamente lo contrario de lo que se pretendía.


               Y ahora queda aquí este post para que cualquiera opine al respecto, en libre ejercicio de su libertad de expresión

lunes, 3 de octubre de 2011

Cuestión de criterios


              Acaba de pasarme algo muy curioso en el trabajo. Un paciente llega a buscar su medicación y mientras se la preparo me comenta si sé algo de eso que se habla de que van a empezar a cobrar las medicinas. Un temor muy extendido entre la gente mayor. Su primera respuesta a esa pregunta (es de los típicos que dirigen las conversaciones sin dar tiempo a que la otra parte intervenga, y cuando se interviene, pues ni tan siquiera escucha… muy habitual, también) fue que si eso pasa, él dejaría de ir al médico y se moriría. Su segunda respuesta fue la que me causó estupor (la primera es muy típica también, así que ya estoy insensibilizado a este tipo de tonterías, pues en el 90% de las veces, sólo lo dicen como “extra” en la conversación para dar pena y que así la otra parte se sienta “obligado” a darles la razón en todo), pues para él la culpa de todo la tenían las pensiones contributivas. Si las eliminasen se arreglaría todo el problema. 

              Es decir… una persona que trabaja durante toda su vida e invierte una parte de los frutos de ese trabajo en un plan de pensiones (obligado, es cierto, pero plan de pensiones al fin y al cabo), no tiene derecho a cobrar ese dinero. Mientras que otra persona que no ha invertido nada en ese plan de pensiones (no digo que no ha trabajado, sino que todos sus trabajos fueron siempre “apaños” fuera de los cauces legales para así cobrar más y no tener que pagar nunca nada al Estado; como es precisamente el caso de este “homiño”) tiene los derechos añadidos del primero más los suyos propios.

              Y lo peor no lo encontramos en la estupidez que acaba de decir ese señor. Sino en que lo dice totalmente convencido de que eso sería lo mejor para todos. Pues los que no tienen nada porque nunca invirtieron en nada tienen el “derecho” de que la sociedad les pague por todo. Mientras que los que tienen algo porque en su momento invirtieron con vistas al futuro, no tienen ningún derecho porque son unos criminales-explotadores-acaparadores-especuladores-diabólicos-infernales… o incluso más.

              Se ha educado a la sociedad para que odie a todo aquel que trabaja por su propio beneficio. Se la ha educado en las “virtudes” de la caridad y la solidaridad… pero unas virtudes que nacen del Estado, no de la persona. Un individuo que sea caritativo y solidario es un criminal en sí mismo… el único que puede serlo es el Estado, que se encarga de repartir “justicia social”, quitándoles a los ricos y dándoselo a los pobres. Si el individuo quiere ser solidario, pues perfecto… pero sólo después de que haya dado “voluntariamente” al Estado su aportación correspondiente.
 
              La sociedad tiene la creencia de que el individualismo es malo. Tiene la convicción de que la palabra justicia significa que los de abajo han sido “castigados” por los de arriba y por lo tanto es su obligación el “pagar”.

              Así que plantearé la pregunta de otra forma, para ver es “justo” o no.

              Una persona ha trabajado durante toda su vida, ahorrando un dinero para cuando ya no pueda trabajar. El día que no puede trabajar va a recuperar ese dinero y un tercero le dice que no, que en realidad ese dinero tiene que dárselo a su vecino… ese que vivió bien durante toda su vida y jamás ahorró nada, porque sino el pobre se morirá de hambre y frío. ¿Es justo? 

               Yo no lo veo demasiado “justo” que digamos.

             La fábula de la cigarra y la hormiga llega hasta nuestros días, totalmente pervertida y distorsionada. En el caso de la versión original (atribuida a Esopo) el final de la historia está en que la hormiga se apiada de la cigarra y le da un par de granos de arroz mientras le advierte que todo tiene consecuencias y que hay que ser previsor. En la versión de La Fontaine, la historia es más cruda y así como la hormiga sobrevive gracias a su trabajo y previsión, la cigarra muere a causa de su falta en ambos puntos:

Que faisiez-vous au temps chaud ?                                 ¿Qué hacías durante el verano?
Dit-elle à cette emprunteuse.                                         
le preguntó a la pedigüeña
- Nuit et jour à tout venant                                          
-Día y noche a quien me encontraba,
Je chantais, ne vous déplaise.                                        
le cantaba, no te disgustes          
- Vous chantiez ? j'en suis fort aise.                               
-¿Le cantabas? Me alegro,         
Eh bien! dansez maintenant.                                        
pues bien, ¡baila ahora!

              En nuestros días el final es muy distinto:

Se encuentra la hormiga disfrutando de un momento de tranquilidad. Se acaba de preparar un buen tazón de leche caliente y se acurruca junto al hermoso fuego que da la chimenea preparándose para leer un buen libro y así descansar y disfrutar de las tan merecidas vacaciones invernales. A lo lejos, sufriendo las inclemencias del duro invierno, la cigarra maldice su suerte, pues no tiene nada que le proteja del frío, ni tampoco un mísero grano de arroz que llevarse a la boca.

Pero su suerte está a punto de cambiar.

La hormiga, que ya había encontrado la posición óptima en el sofá y disfrutaba de su lectura sufre un sobresalto cuando el timbre empieza a sonar. “Es la cigarra” piensa, “seguro que ahora viene a pedirme ayuda”. Se acerca hacia la puerta mientras en su cabecita analiza si debería ayudarla o no, pues si la ayuda, no aprenderá la lección, pero si la deja a su suerte, lo más seguro es que muera, y entonces no habrá servido de nada. La hormiga abre la puerta y mira hacia afuera, pero no ve a la cigarra, en su lugar ve un papel extendido. “Notificación de Embargo” dice el papel. La hormiga no entiende a qué viene eso, así que dirige la vista hacia quién porta dicho papel. Una mantis la mira y le dice:
      Por orden del rey de los insectos, se te comunica que has perdido la casa y todo cuanto hay dentro. Se te ha encontrado culpable del delito de “trabajar para tu propio beneficio”. La sentencia es la expropiación de todos tus bienes, la mitad irán para la cigarra, parte agraviada en el conflicto, y la otra mitad para los gastos del proceso y de la burocracia asociada. También se te comunica que a partir de ahora todo lo que trabajes tiene que ser declarado ante el Rey y habrás de entregarle una parte proporcional, la cual será repartida de forma “justa” y “equitativa” entre las cigarras del reino.

La hormiga lo primero que piensa es que es todo una broma. Lo segundo que piensa es en cerrarles la puerta en las narices a la mantis y su papel… pero entonces ve que la mantis viene acompañada por dos avispas que la miran con desprecio mientras pulen los aguijones. Lo tercero que piensa es “este es el mundo al revés”.

              Más o menos así quedaría el final de la historia en la actualidad. La gente tiene la “obligación” de ser solidarios, tanto si quieren como si no.

              Como decía el paciente de esta mañana… que se eliminen las pensiones contributivas y todo se arregla.

              Que paguen los que han ahorrado y le den ese dinero a los que han dilapidado.

              Y luego aún habrá gente que diga que esto es “Justicia”…

              Para terminar me gustaría dejar un video que tal vez explique un poco más el asunto. Está en inglés, pero se le pueden acoplar los subtítulos en castellano en el botón cc abajo a la derecha: