sábado, 8 de agosto de 2009

Crónicas de los Cinco Vientos: Primera Misión

Por fin tengo ya mi puesto asentado… al menos de momento, pues aún me falta demostrar mis aptitudes para el cargo. Cargo que, todo sea dicho, se me hace un poco grande… y todo porque las presiones familiares me han colocado aquí. Y no se trata ya de que me echen un cable los familiares humanos que en teoría han de velar por mi futuro. Aquí hay hilos moviéndose en esferas de influencia aún mayores. Y lo peor de todo es que me hacen sentir un tanto manipulado. Pero que quede clara una cosita, el hecho de ver los hilos me permite vivir acorde a mi propio sentido de la vida, así pues no tendré porqué cortar aquellos que me acomoden en una vida mejor. Después de todo, los lujos y el nivel de vida a que me acostumbré en casa de mi padre humano brillaban por su ausencia, de forma que si ahora puedo aprovecharme un poco de esos hilos, pues mejor que mejor. Aunque creo que la mejor solución será empezar por el principio y relatar todo lo acaecido desde que recibí el trofeo de campeón en el torneo.

Ya había contado que después del torneo, mi abuelo y mi tío me habían llamado para contarme sus planes de ascenso hacia mi persona, empleando sus influencias para que se me concediera el título de Magistrado Esmeralda. En aquel momento acepté su ayuda (aún sabiendo que dicha ayuda me acarrearía una responsabilidad futura para con ellos). Pero de ahí a un poco, habiendo bajado los escalones del palacio grulla de la ciudad de Suma, me paró un mensajero Miya. En ese momento me imaginé que mi tío (por eso de ser de la misma familia imperial) se había olvidado de algo, o bien había decidido que yo no valía la pena. Pero cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que no se trataba de nada similar. Resulta que ahora tenía una cita con el Campeón Esmeralda… la mano derecha del Emperador en persona.

Al acudir a la cita (evidentemente me di prisa hasta límites insospechados… no es plan hacer esperar a tan altas esferas) me encontré con otra sorpresa aún mayor. Resulta que la solicitud para entrar a formar parte de los Magistrados que mi tío y mi abuelo habían redactado a mi nombre fue rota en mi presencia por el mismísimo Campeón Esmeralda. Y no sólo eso… resulta que el puesto de Magistrado Esmeralda que me esperaba no necesitaba de las referencias de dos simples samurais de bajo rango (palabras textuales del Campeón… claro que a su modo de ver el mundo, cualquiera es de rango bajo a su lado), pues mis referencias estaban a un nivel superior. De forma que mi ascenso sería inmediato y se me requería a la mayor prontitud posible en Otosan-Uchi (capital imperial).

Con esas palabras me despidió hasta un par de semanas después, pues ese es el tiempo mínimo necesario para recorrer la distancia entre Suma y Otosan-Uchi… o al menos eso pensábamos ambos. Resulta que luego de reunirme con mis nuevos ayudantes y viejos amigos, indicándoles cuales serían nuestros planes, y analizando la ruta más corta para llegar, otro mensajero Miya nos salió al paso, diciéndonos que estábamos cordialmente invitados a un crucero de lujo que saldría a la mañana siguiente de Suma con destino Otosan-Uchi.

¿Quién nos invitó? Y lo más importante ¿porqué? Esas preguntas serían respondidas en el propio crucero… un barquito de imponente manufactura, custodiado por la armada imperial, en el que viajarían los más importantes daimyos del imperio así como el propio Emperador y su esposa. Y nosotros estábamos invitados a él… la verdad es que con tanta sorpresa ya no podíamos ni imaginar qué nos depararía el futuro.

Una vez en el barco, y ante la atónita mirada de magistrados y gente de alto copete del Imperio, decidimos hacer buen uso de esas invitaciones y atracarnos en el buffet libre que se ofrecía… durante un rato al menos pues poco después de partir otro mensajero (creo que con tantos mensajeros que vienen a mí, dentro de poco me van a conocer más que al mismísimo Emperador) me dice que la Emperatriz quiere verme. Y como para decir que no. Así que allí voy, a ver si algo se me aclara todo este asunto.

Prescindiendo de todo protocolo posible (y de todas las medidas de seguridad que son imprescindibles en alguien como ella), nos quedamos a solas (con gran cabreo por parte de su guardia personal, hay que añadir) y en eso me cuenta que este “ascenso” ha sido recomendado por su jefe en persona. Y ahora es cuando hay que decir que por “jefe” no se refiere a su esposo, sino al Dragón a quién ella sirve, el Dragón de Vacío. Me explica también que en una visión su jefe le comentó que nosotros tres seríamos piezas claves en los próximos acontecimientos que tendrían lugar en el Imperio. Y con esas palabras me despidió, aconsejándome guardar el secreto a todos… incluidos mis dos nuevos compañeros de fatigas.

Y ahora me toca analizar un poco todo esto. Resulta que un dragón es el que me ha conseguido el puesto… y yo soy un dragón. De ahí lo de los enchufes familiares que decía al principio. Al final la familia mueve los hilos, de eso no hay duda. A ver si el viejo, o el yayo han estado haciendo de las suyas de nuevo y, como se aburren mucho en Tengoku, han pasado a ser el Gran Hermano que rige mi vida como humano. Otra posibilidad es que esos acontecimientos futuros en los que nos vamos a ver mezclados sean una oportunidad que nos dan los dioses (léase el yayo y compañía) para demostrar nuestras aptitudes…

Aunque claro, conociéndonos, seguro que esos acontecimientos, al margen de ser buenos o malos, sean llevados a cabo por nosotros mismos en alguna de nuestras habituales pifias. Así pues si el Imperio se derrumba, que quede claro (de ahí que lo ponga por escrito) que NO ES CULPA MÍA.

Pero dejándonos ya de divagaciones absurdas continuaré con el relato de esta primera misión.

Resulta que una vez en Otosan-Uchi se nos encomendó una tarea complicada: Gastar dinero. Y no estoy siendo sarcástico. Para alguien como yo, que viene de la más profunda miseria, donde para comer había que cazar o pescar, donde la vestimenta más apropiada para cada día era un simple trapo para atarse en las partes pudorosas, que se me otorgue una cantidad equivalente al dinero necesario para alimentar a todo un ejército durante años… y cuyo único propósito sea gastarlo. Menudo chollo de trabajo.

Claro que también hay que añadir que tiene sus inconvenientes, como son el hecho de tener que llevar la contabilidad de todo ese dinero, anotar las entradas y salidas. Llevar al día los ingresos y gastos, procurar cumplir con los impuestos (una de mis misiones como magistrado era la de recaudados de impuestos), etc.

Pero aún así todo era increíble. Mucho lujo, mucho poder, y nada de responsabilidad (después de todo llevar número no es que sea una gran responsabilidad… basta con ser honrado y punto). Menudo Chollo.

Al menos eso pensaba hasta que nos dieron nuestra primera misión.

Resulta que en una de las aldeas lejanas, donde la ayuda de los daimyos se difumina un poco, unos bandidos estaban haciéndoles la vida imposible a los campesinos. Éstos, al ver que la ayuda de los altos dirigentes no aparecía, decidieron tomarse la justicia por su mano, y contratar a ronin para que les echaran un cable y así librarse de los bandidos.

Bien es cierto que un problema así no tiene nada que ver con la justicia Imperial, y por lo tanto un magistrado como yo no pinta nada en ese asunto. Pero los informes de inteligencia dieron a entender que esos bandidos usaban algo totalmente prohibido en nuestro mundo: las armas de fuego. Eso es un crimen que no se puede consentir y que sí está en la jurisdicción de mi cargo.

Pero claro, mantener la política y las intrigas de corte, también es mi responsabilidad, por lo tanto para esta misión, deberíamos hacernos pasar por simples ronin, y hacer que se nos contrate por los aldeanos. Ayudarlos es algo secundario… la misión realmente es encontrar esas armas de fuego, analizar su entrada en el Imperio, y eliminar a los conspiradores.

Para ello deberíamos hacernos pasar por ronin en todos sus aspectos, de forma que mi querido daisho (esa katana tan molona y ese wakizashi tan fantástico) se quedaría en palacio, la ropa a la que me había acostumbrado también. Nada de ir a caballo. Nada de llevar dinero… era hora de volver a ser un simple pordiosero. Unas espadas cubiertas de óxido y mugre. Una ropa raída y ajada. Una apariencia un tanto penosa… y a por todas.

Sinceramente, menuda putada este trabajo. Tanto lujo y cosas buenas que se me ponen debajo de la nariz y justo cuando creo que he encontrado mi lugar en el mundo, van y me lo sacan de golpe.

La verdad es que interpretar este papel no va a ser nada difícil, sólo tengo que retornar a mi vida pasada. Pero eso sí. En cuanto esta misión se de por concluida, menuda juerga me espera… y que quede bien claro, a cargo de los “Fondos Reservados”… reservados para “purificar” mi maltrecha alma.

Y ahora a ver que tal nos va con esto...

2 comentarios:

Unknown dijo...

Resumiendo. Estás haciendo el trabajo de "Mr Cheques de Comida Gratis" en la Xunta nipona. :-P

Gangrol dijo...

Curiosa apreciación de la labor de un samurai XD

Y la verdad... no estaría mal si sólo fuera ese el trabajo ;)

Miau