lunes, 28 de septiembre de 2009

Cronicas de los Cinco Vientos: Tráfico de Armas

Acabamos de regresar de esta misión y cuanto más pienso en ella menos sentido le encuentro a todo. Este pseudo diario que llevo me ayuda a pensar y a tomar consciencia de mis acciones pasadas y por ello la mejor forma de poder entender lo que ocurrió sea recurrir al mismo para así, al leerlo varias veces, pueda enfocar estos acontecimientos con mayor serenidad. Después de todo, aún esta todo demasiado fresco como para poder pensar con objetividad, sobre todo porque en esta misión he aprendido cosas sobre mi pasado que desde luego afectarán a mi futuro... y que rompen totalmente los esquemas que tenía prefijados.

Aunque tal vez lo mejor sea empezar por el principio y dejar estas elucubraciones personales para el final, cuando pueda aclarar mis ideas.

Como ya conté en mi anterior escrito aquí, en esta misión mis dos ayudantes y yo mismo deberíamos desaparecer como magistrados y hacernos pasar por unos ronin bandidos, introducirnos en la organización que llevaba este tema de las armas, averiguar todo lo posible sobre Yokatsu (el "líder" de la misma) y desmantelarla. Algo "sencillo"... que nos lleva a dos posibles conclusiones: por un lado puede ser que el Campeón Esmeralda, mano derecha del Emperador y superior absoluto de todos los magistrados, tuviera tanta confiaza en nosotros y nuestras aptitudes que nos la encargara... o segunda opción (y en mi opinión más acertada), sin saber bien que hacer decidió encargar la misión a unos "segundones" que fácilmente pudiesen ser reemplazados en caso de "desaparición"... es decir, totalmente prescindibles.

Volviendo al tema. Nuestro primer punto en la misión era infiltrarnos en la organización, y para ello nuestra única pista residía en una localización. Un pequeño pueblo pesquero a un par de días de la capital. Obtenido este dato del interrogatorio al que sometimos al jefe de los bandidos de la misión anterior. Sin nada más que saber, nos fuimos hacia allí.

Una vez en el pueblucho, tras una ardua investigación encubierta, observamos que había dos posiblidades de "organización" en el mismo. Por un lado la casa de geishas (típico lugar de mafias y trapicheos) y por otro el puerto, donde realmente se corta el bacalao (literal y metafóricamente).

Ante esas dos posibilidades, optamos por la primera, más que nada porque las casas de geishas suelen ser siempre los grandes centros de información y trapicheos. Así que hacia allí nos encaramos, dispuestos a ser discretos en nuestra primera aparición en escena... y como siempre que se planea algo con cuuidado, una reacción opuesta ocurre.

Pongámoslo en situación. Nos sentamos los tres en una mesa, con nuestro sake, tranquilos y sin armar jaleo, con el oído y la vista puestos en nuestro alrededor, aquiriendo información para hacer un movimiento futuro... cuando de repente unos aldeanos borrechos empiezan una trifulca que nos conduce a la expulsión (nosotros a la calle, ellos al curandero más próximo) con un veto para entrar allí de por vida.

Como siempre, las cosas se tuercen nada más empezar, pero a veces las torceduras salen bien, y en este caso así fue. Resulta que los "mandamases" del gremio portuario estaban al tanto de la situación, y como consecuencia de la rivalidad manifiesta entre las dos mafias del lugar, unos "repudiados" de un lugar cuentan con buenas referencias en el otro. Así que nos mandaron llamar al día siguiente para ofrecernos trabajo.

Sin saber bien como ya estábamos dentro del negocio. Y sin haberlo buscado, por lo tanto entramos de la mejor forma posible, pues nunca sospecharían de aquellos que ellos mismos buscaron, mientras que unos que se ofrecen, siempre son sospechosos.

Una vez dentro, el jefecillo local (un viejo heimin, con años de edad... y de experiencia, a sus espaldas) nos puso a prueba como guerreros... prueba que pasamos sin mucho esfuerzo. Después de la misma ya entramos a formar parte de la familia. Una familia de mercaderes de pescado, encargados de custodiar las carretas con la mercancía entre el pueblo y la capital, entre 4 y 7 días de viaje en carretas, dependiendo de los imprevistos que el camino pudiese mostrar.

Nuestra primera entrega sería de bacalao, dos simples carretas, nosotros tres como guerreros, un ronin como guerrero y jefe de la carabana, un comerciante para hacer todos los posibles negocios una vez llegado al lugar, y los conductores de las carretas.

El viaje sucedió sin incidentes hasta que llegamos a la puerta de entrada a la capital, donde uno de los guardias encargados de vigilar decidió investigar el cargamento, encontrando, además del bacalao, sustancias prohibidas... las armas. Evidentemente acabamos todos en las celdas de la prisión a la espera de ser torturados, interrogados y ejecutados.

Como es evidente, no podíamos decir quienes éramos pues eso supondría un gran deshonor hacia nosotros y hacia el Campeón Esmeralda, por lo tanto nuestra única opción era escapar. Algo que intenté... sin demasiado éxito (las medidas de seguridad de la prisión son buenas... muy buenas).

Cuando ya pensábamos que estaba todo perdido y que habíamos fracasado en nuestra misión, fuimos indultados como si nada hubiera pasado... lo cual nos hizo pensar que algo gordo estaba pasando... demasiados hilos habría que mover para liberar a unos "don nadie" como nosotros de un cargo tan grave como la alta traición (pues la tenencia de armas de fuego es considerada Alta Traición al Imperio). Además... ¿qué se gana con nuestra liberación? ¿Quién gana algo con ella? Preguntas sin respuesta posible con nuestra escasa información. Nuestra única posiblidad era volver como si nada hubiera pasado, e intentar que se confiase más en nosotros en la organización... después de todo las dos posibilidades eran que el Campeón Esmeralda hubiera intercedido, o que la Organización lo hubiera hecho... y la primera opción era imposible, pues hubiera significado un gran deshonor hacia él y hacia su misión, algo que jamás hubiera permitido.

Una vez llegamos al poblado, el jefecillo del negocio ni tan siquiera nos dijo si él había sido quién había movido los hilos... en realidad no nos dijo nada de nada. Después de todo el arresto "nunca sucedio". Así que con eso en mente, nos preparamos para otro envío, en el cual mi humilde servidor sería el jefe. Pero en este caso estábamos preparados... habría que vigilar atentamente los carromatos, y saber cuando, como y donde daban el cambiazo, pasando transformando el pescado en armas.

En este caso tampoco supimos bien cuando fue o como fue, pero sí averiguamos el donde... entre la segunda y tercera posada se hacía el cambio. Y en la última de ellas antes de llegar a la ciudad descubrí que la "especia gaijin" (pólvora para los amigos) es una cosita muy mala. Intentaré contarlo de forma más extensa.

Resulta que antes de llegar a la posada nos dimos cuenta de que habría posiblidades de emboscada en la zona, así que en lugar de parar en ella (y en vista de que en la misma había unos samurais imperiales que tal vez no se mostrasen amistosos, información cortesía de nuestro querido explorador Ryoshei) decidimos acampar cerca, esperando a la mañana siguiente para continuar el viaje hacia la capital. De todas formas, al ser una acampada peligrosa preparamos un sistema de guardias concienzudo, así como una prohibición total a acercarse a las carretas.

Esa prohibición fue violada por uno de los guardias, que se acercó a una de ellas con una vela encendida con dos posibilidades, un espía de un clan rival por un lado, y por otro, el encargado de vigilar las armas. Eso ocurrió durante mi turno de guardia y aunque el chaval era bueno en lo suyo, yo soy mejor... aunque para lo que sirvió. Resulta que mezclar fuego con pólvora no da un buen resultado... al menos no es bueno para el que se encuentre cerca del lugar (cerca antes de la explosión... bastante lejos después). En ese momento aprendí que por mucho que sea un dragón celestial, por mucho que estçe más allá de la mortalidad de los humanos, la pólvora hace muuuuucho daño, sin importar quién o qué sea el que esté en medio.

Un herido (un servidor) y un muerto (el espía), amén de un gran estruendo y una carreta perdida.

Había que dejar la zona a la de ya. Y ahí mis dos ayudantes y amigos hicieron un gran trabajo, tanto alejando la carabana del lugar como ayudandome a mí a recuperarme. A sus órdenes la carabana se alejó por donde había venido, y acampó lejos de la posada, por si acaso.

A la mañana siguiente (gracias a mi origen celestial mi curación es elevada, de forma que ya podía volver a hacerme cargo del negocio) nos fuimos hasta la posada a repostar y seguir el camino hacia la capital, y enterarnos de si la explosión de la noche anterior había atraído algún tipo de atención no deseada (después de todo nosotros éramos unos simples mercaderes que habían acapado "antes" de llegar a la posada)... y la verdad es que nos sorprendió la ausencia de noticias sobre ello. Nadie había ido a investigar. Nadie tenía ni la más mínima intención en saber que había pasado.

Visto que nuestros enemigos (la Organización) estaba bien cubierta decidimos hacer nuestra jugada. Sacar de las carretas todas las armas, esconderlas, y dejar sólo el pescado. Ya nos encargaríamos luego de hacer algo con ellas. Pero lo importante era llegar a la ciudad y allí averiguar de que iba todo esto.

Al no llevar nada extraño (la pólvora la escondimos en los ejes de las ruedas y la hicimos pasar por un nuevo sistema mejorado de antifricción... ante lo cual los guardias, con su gran cultura popular, aceptaron ese hecho como cierto y nos dejaron pasar) pudimos llegar al lugar de encuentro, en el cual encontramos al mismo viejo que nos había mandado la misión... sentado en la misma posició, fumando la misma pipa y mirándonos con cara de asco (algo fácilmente comprensible después de cuatro días por el camino comiendo tierra y barro). Allí nos preguntó por el bacalao, pero más interesado estaba en los "congrios" y las "huevas". Así que tuvimos que enseñarle el compartimento en donde escondimos la pólvora, y prometerle que al anochecer tendríamos las armas en la zona.

Como no había opción para pasarlas por la entrada, hice creer a mis ayudantes que movería algunos hilos en la corte para pasarlas, cuando en realidad lo que hice fue esconderme, transformarme en mi forma original, volar por encima de la muralla, cargar con las cajas otra vez de vuelta y regresar a mi forma humana.

Nuestra misión se había complicado... por un lado teníamos que averiguar todo lo posible sobre Yokatsu (el jefitoste de toda la Organización), pero por otro, meter armas de fuego en la capital del imperio era algo totalmente impensable. Así que trazamos un plan... entregaríamos las armas, pero mientras tanto Ryoshei se encargaría de seguir en el más absoluto sigilo los movimientos de las mismas para evitar que se pudieran mover dentro del imperio, así como averigurar todo lo posible sobre el viejecillo... de quién teníamos sospechas de que se tratase del auténtico Yokatsu.

Siguiendo las armas nos encontramos con otro muro más en el camino... las armas se guardaban en uno de los palacios de la capital... concretamente en el palacio del Clan Tortuga. Un clan menor, pero al cual nadie se atrevía siquiera a toser, pues aunque menor tenía el beneplácito del emperador, y ante eso nadie, ni tan siquiera nosotros como Magistrados, teníamos ni la más remota posibilidad.

Con esa nueva información en mente decidimos que lo mejor sería esperar a encontrar nuevas pruebas que nos ayudasen en esta misión tan complicada. Para ello deberíamos volver al poblado y retomar nuestra tapadera como ronin, y allí sonsacar al viejo.

Pero cual fue nuestra sorpresa cuando el viejo del pueblo y el viejo de la capital, aún siendo idénticos, no eran la misma persona... el viejo del pueblo resultó no ser más que un simple vendedor de pescado (un corrupto manipulador y ladrón... pero ¿quién no lo es en ese mundillo?).

Así que estábamos como al principio... o peor. Habíamos logrado colar un cargamento de armas con una carabana. Habíamos demostrado ser buenos en ello. Y en vista de que la Organización lo sabría, no habría forma de poder entrar en ella, ya que no existe mejor tapadera que la que no existe, y si pillan alguna carabana más, seríamos nosotros los culpables y no la Organización. De forma que estábamos atrapados, y no habría forma de poder formar parte del entramado.

Así que lo único que nos quedaba era hacer el último movimiento. Esta carabana llegaría a su destino y allí le daríamos un ultimatum al viejo (quién suponíamos Yokatsu), sabíamos de que iba el asunto y queríamos nuestra parte del pastel. Si bien las posibilidades de que aceptase eran mínimas, habría que arriesgarlo todo a esa carta si queríamos entrar en el mundo de la Organización y destruirlos desde dentro. En caso de que nos dijese que no (y por lo tanto intentase matarnos) deberíamos estar cubiertos y capturarlo. Para ello, antes de llegar, yo volvería a la ciudad, desterrraría mi identidad ronin, retomaría la identidad de magistrado, hablaría con mi jefe, le explicaría el plan y recomendaría que un par escuadras de asalto estuviesen preparadas para el ataque en caso de ser rechazado nuestro ultimatum.

Pero como suele pasar con los planes elaborados, no todo sale como se espera. Después de mi informe (un día antes de que llegase la carreta, yo me había adelantado para preparalo todo), el jefe decidió que en realidad la única opción era hacer un asalto y detener al Yokatsu de marras, sin dar opción a que nos introdujera en el asunto.

Aunque mi opinión era que se equivocaba, al ser una orden directa, no me quedó más remedio que decir "Señor, Sí, Señor" y punto.

Así que como magistrado pude hacer pasar las carretas, avisando en el proceso a mis ayudantes del cambio de planes. Luego las seguimos hacia donde se haría el intercambio y allí procedimos al asalto.

Y como ya me temía todo se torció. Donde al principio había un viejo con una pipa, dos ronin haciendo negocios (mis amigos), diez guardaespaldas (que huyeron nada más vernos entrar) y 20 soldados de la guardia imperial, armados y listos para el combate, al mando de los cuales había un magistrado esmeralda (yo mismo); al final había un viejo con una pipa, dos ronin con la boca abierta, un magistrado esmeralda que aún no se creía lo que había visto y 20 soldados de la guardia imperial en el suelo inconscientes.

En vista de la sonrisa sardónica del viejo, y sabiendo que si había derrotado a 20 soldados sin tan siquiera desenfundar su espada yo no tenía ni la más remota posibilidad, ataqué con todo lo que pude... que en ese caso fue menos que nada. Estaba jugando conmigo como si yo no fuese más que una hormiga.

Pero eso no fue lo peor... éramos tres contra uno (mis amigos se habían unido a la lucha... con el mismo resultado que yo) y cuando ya veíamos que el final se aproximaba, una figura entra por la puerta y con una voz que reconocí al instante dijo:
--¿Esto es todo lo que te he enseñado?
A lo que el viejo respondió algo así como
--¿Qué esperabas? No sólo es un niño, sino que está atado a ese idiota que tiene por jefe.

Mi padre humano había aparecido en el lugar y le hablaba al "malo" como si fuesen amigos de toda la vida (y lo peor es que aún encima lo hacían para criticarme).

En ese momento aprendimos que además de los Magistrados había otro movimiento que se encargaba de proteger al Imperio... pero desde el Honor del guerrero y no desde la burocracia. Un grupo de proscritos (según la propia burocracia) pero que intentaban por todos los medios proteger al Imperio de cualquier amenaza, interna o externa. Entre los que se encontraban mi papi y el viejo.

Aprendimos también que después de mucho tiempo el viejo aún no había logrado infiltrase lo suficiente en la Organización como para averiguar nada. Y eso que llevaba en ello mucho más que nosotros (y que tanto en habilidades como en experiencia nos daba mil vueltas a los tres juntos).

Ahí ya sólo nos quedó una posibilidad. Entregaríamos al viejo como "Intermediario de Yokatsu" para interrogarlo (él ya se encargaría de escapar), y daríamos un informe completo de la situación.

Y con eso la misión se terminó. Nuestro objetivo: Capturar a Yokatsu y terminar el tráfico de armas. Nuestros Resultados: NINGUNO

Y lo peor... las preguntas que ahora me atenazan. ¿Estoy realmente sirviendo al imperio a las órdenes del Campeón Esmeralda? ¿Qué pinta mi padre en todo esto? Y peor... ¿Qué pinto yo en todo esto?

Cuanto más lo pienso más perdido estoy.

Lo único que sé es que si quiero recuperar algo la confiaza que he perdido en mi mismo, lo mejor será seguir con esto de Yokatsu y demostrar a todos (sobre todo a mí mismo) que puedo con ello y que lo que hago está bien. Así que ahora mismo, después de escribir esto, voy a ir con el Campeón Esmeralda y decirle que aún no puede cerrar el caso (y menos después de que se escapara el prisionero) y que seguiré con él hasta eliminar por completo tanto al Traficante como al tráfico.

A saber que me espera ahora... además de dudas.

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